jueves, 25 de junio de 2009

UN CRUCERO TE CAMBIA LA VIDA

Pues sí, suena a topicazo pero he de reconocer que es más o menos cierto.

Llevo algunos días analizándome y tengo esa sensación; pero lo mejor es resumir los antecedentes que me traen a estas letras.

Hace unas tres semanas, a primeros de junio, nos fuimos mi compañera, mi super hija y yo en un crucero por el mediterráneo. Habíamos pensado ir a las islas griegas, pero pensamos en Grecia y la sillita de la niña y no nos pareció un buen binomio. Por eso optamos por el mediterráneo, que en esta época del año estará tranquilo y el tiempo casi seguro que no fallaba. Como así ha sido.

Nos fuimos. Salimos el lunes y volvimos el lunes siguiente. Hemos visitado cinco puertos, tres países y siete ciudades. El barco paraba en un puerto y luego tú te ibas a donde quisieras. Por ejemplo, el tercer día el barco atracó en el puerto de Civitavechia y nos fuimos a Roma, que está a una hora más o menos en autobús.

Organizamos las excursiones vía internet con una antelación de varias semanas (bendita red), lo que nos ha permitido, por un lado, ahorrarnos más de 500 yuris en excursiones (las visitas que haces a cada ciudad donde para el barco) y por otro, lo más interesante, conocer a mucha gente, muy distinta, de lugares lejanos a nuestra casa, pero con los que hemos trazado una relación muy buena. Nos hemos traido, aparte de regalos y ropa sucia, varios viajes pendientes para evitar que lo bien que lo hemos pasado en el barco con esos nuevos amigos no se esfume en el recuerdo o en las fotos, que es lo único que queda de las cosas que ya han pasado.

No sabría decir bien qué me ha ocurrido. Quizá es que, en cierto modo, he estado al máximo de mis posibilidades durante esos días. Tanto física como psicológicamente. En casa, en mi vida normal, tengo tiempo para parar, para suspender el sistema y desfragmentar tranquilamente mi disco duro en forma de cerebro. Pero en el barco no. Dormías poco, hablabas mucho, caminabas más, comías lo indecible, bebías lo que te dejaba el tiempo que no estabas haciendo nada de lo anterior... era como un stress, aunque como todo el mundo dice, un stress bueno, o no malo, ya que estás de vacaciones y esa clase de stress es diferente del que puedas tener en tu vida normal.

Así que será eso. He llegado y todo me ha parecido lento. Ralentizado. Las cosas pasan, sí, como antes, pero a mi me parece que van muy muy despacio; al menos en mi caso, el tempo de la vida en la vida normal parece ser más lento que el de un viaje como el que hemos hecho. Y ciertamente es algo que me gusta, porque últimamente me había aprendido una frase que siempre me ha resultado deleznable: "ES QUE NO TENGO TIEMPO PA NÁ". Ahora tengo tiempo para todo. O a menos esa es mi sensacion.

No sé si a alguien le habrá pasado algo como lo que propongo aquí. A mi, la verdad, me gusta mucho la idea, ya que podría decirse que realmente ha cambiado mi concepción de la vida y, sobre todo, del tiempo que tengo para vivirla. Y espero que me dure esta sensacion mucho; o como mínimo un año, el tiempo que queda para que nos vayamos a otro crucero!!!!

Salud!

SP