miércoles, 2 de enero de 2013

2k13


Estas navidades han sido algo raras. He pasado mucho tiempo solo, si por solo se entiende estar rodeado de dos cables eléctricos en forma de niños. Ciertamente lo he pasado en grande viendo vivir a mis dos pequeños, P y D, como el partido de Rosa Diez.

Quiero decir que no he estado acompañado de adultos propiamente dichos. Esto me ha hecho hacer análisis del año ya fallecido de forma incansable, y la lista de tradiciones (manías) a la llegada del recién nacido. Todo ello aderezado con comidas,  encuentros sorprendentes, noticias impactantes y averías automovilísticas. Un buen gazpacho para terminar/empezar el año.

El resultado me ha dejado recordando un paseo en coche. Fue el lunes 2 de julio de 2012 por la tarde, serían las ocho y media. Iba con los dos peques atrás, uno dormido y la otra mirando el campo. Ese mismo día por la mañana fue enterrado en su pueblo natal un compañero, amigo, jefe, conocido, una mezcla. Alguien cercano que nos dejó de forma  prematura. Su muerte fue el trágico desenlace a un sufrimiento prolongado, durísimo, de más de tres meses. Tal sufrimiento dejó en todos una sensación de tristeza difícil de superar aún pasado el tiempo. Aquel paseo en coche me abstrajo de todo lo ocurrido durante unos minutos. Durante el trayecto, que no pasaría de unos cinco kilómetros, me sentí más vivo de lo que me había sentido en mucho tiempo. Y sé que en buena medida compartían conmigo su energía vital mis dos hijos, uno dormido y la otra mirando el campo.

Otra cosa es la elección de la primera canción del año. Todos los años escojo una canción como primer tema del nuevo año, cosa que viene normalmente imbuida de cierta estupidez, ya que la suelo escoger según me sienta en ese momento. Un año cogí una canción de Hora Zulú, muy macarra, que me trajo mal fario para todo el año. En condiciones normales escojo una canción oscura, que haga pensar. Este año la elegida ha sido una versión del "when doves cry" de Prince, interpretada por Scala & Kolacny Brothers. La aconsejo.

Algo que me inquieta a veces es no seguir el orden establecido para ciertas cosas. Por ejemplo, desde que tengo uso de razón me escapo un par de minutos a la calle el día de nochevieja, justo antes de las uvas, para sentir el silencio. Para disfrutar de la agonía del año en los términos que los estúpidos humanos tenemos marcados. Por supuesto, este año lo he hecho, puntual, a las doce menos diez. Ni un alma en la calle, llovía. Bueno, un borracho pasaba intentando llegar a algún lugar para tomar las uvas con alguien, eso espero. Vuelve la sensación de vida, esta vez sin nadie alrededor. De plenitud, como aquel paseo en coche del verano. Será porque esa escapada me lleva a tiempos pasados. O simplemente porque no hay más gilipollas en la calle en ese momento.

Más tradiciones - manías? mis seis uvas. Sí, no doce. Siempre he pensado que alguien, en algún lugar, pensará igual que yo y tomará también seis uvas, para compartir la supuesta suerte que se le atribuye a tal tontería. Joder, si ni siquiera me gustan las uvas...

Finalmente, la lista de propósitos para el nuevo año, de la que ya he escrito anteriormente en este humilde blog. Mi propósito ha sido no hacerme ningún propósito para el nuevo año, salvo ir adaptándome a la vida según vaya apareciendo. Tras las experiencias del año anterior, y de la frustración que me ha conllevado no cumplir ninguno de mis propósitos hechos trescientos sesenta y seis días antes, dejo eso para l@s estúpidos y para l@s que tienen fuerza de voluntad.

Yo me quedo con mi primera canción del año, que me hace animarme a ser mejor persona (aquí la puedes escuchar), con mis pequeños oasis como el que encontré el día de nochevieja, junto a aquel pobre borrachuelo, y con mis dos salvavidas, P y D. Estoy seguro de que aquel día de julio me salvaron de morir de tristeza. Y me rescatan todos los días de la vida en este triste planeta.

SP