martes, 12 de julio de 2011

BZZZZ...

Tan fácil te vas? De verdad piensas que ya has hecho todo lo que tenías que hacer en este mundo, como para marcharte a otro?

Estoy ahora mismo en la sala dos; la protagonista de hoy es una mujer de 35 años, muerta por insuficiencia cardiaca. No la veo muy gorda, aunque hace un rato me fijé en que tenía la boca entreabierta y los dientes muy amarillos, así que seguro que fumaba mucho. Quien mal anda, mal acaba.

En la sala cinco una familia muy corta, todos mayores, para decir adios muy buenas a un viejo, así que eso no es interesante. Todo es más real cuando muere alguien que no estaba previsto.

Cuando he llegado he mirado ese estúpido libro que ponen en los velatorios, donde la gente escribe cosas para sentirse más aliviados, seguramente pensando en que otro alguien vivo lo leerá y pensará bien del que ha escrito. Cosas como “nunca te olvidaré”, o el socorrido “estarás siempre en nuestros corazones”, o un poético (yo diría patético) “te vas como el agua que corre por el río, fresca y ligera hacia otros lugares”… fresca como el agua? Lo cierto es que yo te veo muchas cosas, pero fresca, precisamente, no.

O esas demenciales frases que se dicen. De los que se van, que eran muy buenos. De los que se quedan, que no son nadie. Entonces yo preferiría ser de los que se van, al menos esos son algo. Siempre he pensado que la evolución ha introducido en el adn de las personas esas frases para usarlas en esos precisos instantes, como el espía de la película que siempre tiene algo a mano para salir del paso; yo los miro desde la distancía y me aguanto la risa, no puedo evitarlo.


La parafernalia, la estructura del ceremonial en su conjunto, también es pintoresca. Caras largas al entrar, y una extraña sensación de autocomplacencia al salir. Realmente es así; para una persona simplemente allegada al cadaver, o a la familia más o menos lejana de este, es un paréntesis en su vida cotidiana. Estoy en casa viendo a Belén Estéban. Voy al tanatorio. Vuelvo a casa, que ahora ponen una pelicula de Marisol.

Luego está dios. Sí, en minúsculas, para mí ese señor no existe. Se le suele dar gracias por lo bueno, y pocas veces se le echa la culpa de lo malo, al contrario que con la selección de futbol. Es más, cuando uno se muere, hay quien dice que el muerto va al cielo. Hombre, es curioso. Una vez estuve en el entierro de un viejo que nunca había viajado en avión, y se me ocurrio decir a una compañera, con una sonrisa "bueno, ahora que va al cielo por fin va a poder saber qué se siente tan lejos de suelo"... silencio sepulcral y caras largas, cierto humor no está bien visto en ciertos momentos.

Pues el caso es que se dice que el muerto va al cielo, y de repente yo empiezo a pensar en lo que deja aquí. Esta mujer, por ejemplo. Quizá tenía cosas pendientes que hacer, o esperaba a ver a su hijo tras un viaje, o llevaba mucho tiempo juntando pesetas primero y euros después para pagar la casa, y cuando la tiene pagada y se puede ir de vacaciones sin sentir remordimiento, va y se muere. Quizá deje marido e hijos en casa, amante en cama o facturas sin pagar en el banco. La muerte de una persona joven (o no vieja) lleva aparejada una soledad prematura, una tonalidad gris que no deja de hacerme tragar saliva solo de pensarlo.

Y eso que yo no me suelo dejar impresionar tan fácilmente. Y mira que he visto cosas raras yo en estos sitios. Ya se sabe, las moscas estamos en cualquier parte. Y qué mejor sitio para dejarnos engordar que en un tanatorio. Voy a ver qué hay en la sala uno, que ha entrado una muchachita muy guapa llorando...

SP