viernes, 13 de noviembre de 2009

De desórdenes y relojes....

Las mujeres tienen un reloj biológico. Aunque no lo reconozcan, llega un punto en el cual ese reloj comienza a hacer tic-tac de forma casi ineludible. Es entonces cuando te dicen algo así como "pues podríamos tener un hijo". Sin anestesia. Como quien dice que podríamos ir al cine esta tarde porque echan una película muy buena.

En ese momento, aparte de la incredulidad y estupefacción iniciales, te das cuenta, como hombre con un encefalograma relativamente plano para esas cosas (la naturaleza es así, chicas), de que ya ha llegado la hora de dejar de jugar a ser mayor y empezar a serlo.

Después de eso, el tiempo parece pasar y todo parece seguir igual, aunque ya no lo sea. El tic-tac está ahí y se puede sentir; así, entre fiesta y fiesta, entre enfado y enfado, entre compra de muebles y compra de muebles, un buen día te encuentras de baja por paternidad.

Nadie te explica muuuuuuuchas cosas que es bueno saber. Internet es una buena fuente de información, aunque la naturaleza es sabia y perversa a partes iguales y en la mayoría de los casos se va aprendiendo sobre la marcha. Cuidar a un bebé es relativamente fácil. Aunque suene un poco brusco, un perro da más lata. Aunque también es cierto que un perro te deja dormir algo más. Los primeros segundos (el tiempo ya no pasa igual, los que sean padres como yo me entienden) son intensos: los primeros gestos, las primeras miradas... conste que normalmente suelo ser optimista y prefiero quedarme con cosas buenas de las cosas que me pasan. Por eso he obviado las noches sin dormir, los llantos sin causa aparente (recordemos el encefalograma plano. "si no se ha cagado y ha comido, por qué cojones llora???") y tantas cosas que hacen que puedas perder la paciencia.

El caso es que un buen día te das cuenta de tu condición de padre cuando echas un vistazo al salón y ves todo fuera de su ubicación natural. Lo pensé el otro día, mientras contemplaba los cojines en el suelo, el mando a distancia tras el radiador de la calefacción, un florero muy bonito sobre una silla, y caballos, pollos, ranas y todo tipo de bichos de peluche sobre el suelo, en los rincones...

Objetivamente, puede que esto de la paternidad sea una carga. Mirándolo friamente y con ojos razonables (los mayores no cuentan, piensan que tener hijos es una bendicion de un tal dios), un hijo te destroza tu vida, en los términos en los que tu vida se desarrollaba antes del delito. Eso sí, si cuando decides poner en tu pulsera el famoso reloj biológico, lo haces convencido y siendo consciente del inminente cambio de vida, entonces no tiene por qué ser una carga.

En mi caso particular, el cambio fue consciente y consecuente con el cambio que iba a suceder. Que ha sucedido. Por eso, al ver ese desorden, pienso que es un dulce desorden. El mismo que hay en mi mente, en la que esté haciendo lo que esté haciendo, siempre se cuela mi pequeña para alegrarme la existencia. Como una vez le dije a mi compañera y madre de la desordenadora mayor del reino, es el mejor viaje que hemos hecho nunca juntos.

SP