jueves, 14 de octubre de 2010

UNA GALAXIA EN UNA TAZA

El otro dia compré un café solo en la máquina de ídem que hay en la oficina. Lo de siempre. cuarenta y cinco céntimos, azúcar al máximo y selección 2, "café expreso largo". Unos pocos segundos y el complejo proceso de cultivo, mantenimiento, recoleccion, transporte, distribución, envasado, venta y puesta a mi disposición culminaba en forma de vaso deshechable color beige claro. Con mi vaso en la mano me dirijo afuera, prefiero tomar el aire un poco mientras me bebo el antioxidante.

De pronto, cuando miro al café antes de hincarle el diente al vaso, me doy cuenta de que la figura que hace la espuma tras dar vueltas con la paleta de plástico se asemeja bastante a aquellas galaxias que se ven en las noticias, en esos cortes en los que hablan de lugares remotos fotografiados por naves de nombre épico o aventurero (sonda explorer, o cápsula magallanes, o satélite josefa...); me quedé estupefacto. Cómo algo tan grande, al menos en la dimensión que en mi mente adquiere cuando lo pienso, puede caber en un simple vaso de
café de máquina?? y lo que es más inquietante, cómo una galaxia ha llegado a mis manos??

Si estás leyendo esto seguramente pienses que el café era más bien algún licor fuerte; pero si en este planeta alguien sigue mis escritos o, aún peor, me conoce personalmente, no se sorprenderá ante mi manía de alterar la realidad de cosas tan simples.

Sigo con lo mío. Allí estaba yo, con mi café y mi galaxia, sin saber tan siquiera si era ético por mi parte bebermela. Me sentí como deben sentirse aquellos que se creen con poder sobre la vida de las personas; dictadores, policías, presidentes de comunidad de vecinos y gente en general; cuando miro la tele y veo el poco valor que muchas personas le dan a la vida de otros similares, no puedo evitar sentirme en cierto modo, cómodo. Cómodo ante la imposibilidad de ser más que nadie, o acaso parecerlo. Alguien me dijo una vez que si piensas de modo simple corres el riesgo de convertirte en simple. Puede que sea simple. Pero para mí es cómodo. Y en el fondo, según mi educación de persona normal-humana, es lo más natural del mundo. Es lo que debería ser. Nadie es más que nadie, nadie es mejor que nadie.

A estas alturas, ya se me había enfriado el café lo suficiente como para tomarlo antes de ser inútil en mi estómago; suspiré, musité un "lo siento, amigos" (lo dije conscientemente, tan cierto como que estoy vivo) en voz baja para que nadie me tomase por loco, y me bebí de dos tragos el café, la galaxia y a todos sus hipotéticos habitantes.


Como epílogo a mi extraña aventura, pensé en que realmente una vida, una civilización, una existencia, se puede ir al garete en tan poco tiempo como te tomas un café. Es lo más triste de todo.

Ahora comprendo por qué estuve todo el día con ardores...

SP