viernes, 29 de abril de 2016

CANAS

Mientras entro en el ascensor para ir a verla, me quedo mirando fijamente a la silueta que se refleja en el espejo. Pulso con desinterés el botón del tercer piso sin mirar tan siquiera al teclado, solo me quedo absorto en mi reflejo.

Es curioso cómo la luz afecta al reflejo; en casa solamente hay un espejo en el que me gusto cuando me miro, será por la ubicación de la fuente luminosa.

Una vez, en un probador, cuando me probé una camisa, me sentía el tipo más sexy jamás parido. Unos días después, cuando me la puse, no era aquel de la tienda. Mucho menos sexy, mucho menos guapo, mucho menos.

Primer piso, eso dice el display. Los ojos me brillan de forma especial.


Quiero esta luz para mi casa.

Cuando me la topé por primera vez éramos amigos. El tiempo se ocupó de alterarlo todo y complicarme la vida. A mí y a ella. Una copa, un cigarrillo, una charla profunda sobre temas profundos… zas! El amor llama a tu puerta. O algo parecido. A esos primeros encuentros siguieron otros con más intensidad.

Segundo piso. Tengo tres canas. No, muchas canas, más de las que debería. Pero estas tres, justo encima de la frente… me las quito, tengo tiempo de atraparlas y eliminarlas antes de llegar.

Entonces no tenía canas. Me las habrá provocado ella? Su supuesto amor, su supuesto deseo? Lo cierto es que poco a poco todo ha ido cambiando, volviéndose más monocolor. De mil colores hemos pasado a una farragosa escala de grises propia de la mejor impresora láser. El caso es que sigo yendo hacia ella, preso de esta inercia. Seré estúpido?

Las tengo, me falta una. Ya parezco joven, mentirosamente joven; quitarme tres canas no borra los años. No borra lo ocurrido en este tiempo, bueno y malo. Con ella.

Tercer piso. El display y los segundos transcurridos no engañan, una ligera sacudida y se detiene. He llegado.

El ascensor se ha parado, la puerta se ha abierto, y yo sigo mirándome al espejo, mirando mi reflejo que en algo es diferente del que empezó el trayecto. Como mínimo con tres canas menos. Pero algo más he perdido en este pequeño viaje. No me quiero bajar. No quiero seguir con esto. No quiero hacerme más daño.

Ante la ausencia de paso por la puerta, ésta se cierra sin que nadie pase, así que hace su trabajo eficientemente. Alejo mi vista por un momento de mi silueta para volver a marcar en la botonera.


Piso bajo.