jueves, 26 de septiembre de 2013

DIFERENTE LUGAR, LA MISMA LUNA

   Mientras iba montado en el taxi en tierras suizas, me hallé a mí mismo observando la luna. Redonda, blanca, como un maldito e icónico queso fresco.

   Esa noche puse en mis oidos la canción "Disneylandia", de Jorge Drexler, en homenaje a aquella insolente luna suiza que de hecho, cuando me detuve a pensarlo un poco, es exactamente la misma luna que podría ver en mi casa, o hasta en Arkansas.

   Es la estúpida conclusión a la que he llegado tras mis viajes de trabajo, en los que ademas de maratonianas jornadas, entre aviones, coches, comidas y clientes con mil historias diferentes, (casi) siempre interesantes, he tenido ocasión de ver y sentir lugares, cosas diferentes. Calles, tiendas, coches, pobres, colchones, restaurantes, películas, parques, viejos, chocolatinas, canciones, taxis... como el de aquella noche en Ginebra.

   Uno de los resultados o quizá una de las causas de la globalización; en el fondo, todo es igual en todos los sitios. Las cosas buenas nos alegran de la misma forma aquí y en la India. Las cosas malas se sufren en cualquier lugar. Como el efecto que causa ver y analizar un poco el contenido de la foto que acompaña a estas humildes líneas.

   Es un cartel con el que me topé hace unos días; su lectura y comprensión me llevó irremediablemente al taxi de Ginebra del primer párrafo. De algún modo, se produjo una extraña conexión entre los dos lugares. Pensé que alguien en Suiza pudiese estar viendo la luna desde la ventana de un hospital mientras su pequeño lucha contra la parca en forma de cáncer, la misma luna que yo veo desde mi casa. En cierto modo, aunque todos tenemos ese nexo de unión tan simple como la luna, parecemos cada vez más separados los unos de los otros. Cada vez más distantes.

   Tras aquella macabra reflexión, delante del brutal cartel, entró en mi cabeza una nueva canción, en este caso de uno de mis grupos favoritos, Muse, llamada "The 2nd law: Isolated System". Una canción que me da pavor, por lo oscuro de su contenido, parecido a lo oscuro de nuestra humanidad, a lo que hace que la luna sea tan diferente en algunos sitios lejanos. Mirar a la luna en Ginebra es lo mismo que en España (salvando las distancias y a Barcenas...). Pero ver la luna en Siria, por poner un solo ejemplo, debe ser más peligroso. Maldita vida!
   
   Puede que por mi puntual estado de ánimo, por mi cansancio, incluso acepto que sea por mis treinta y seis añazos (jo!), tiendo a sentir miedo al futuro; no al mío, sí al de los míos, a los que les deseo profundamente que puedan encontrar ganas y espacio para poder disfrutar de la vision de la luna. De mirarla allá donde estén. De compartirla con todos. Y que todos la puedan mirar por igual.

SP